Desde la perspectiva histórico - cultural, de acuerdo con Solovieva et al. (2016), el primer año de vida tiene un significado especial, particularmente en el proceso de desarrollo individual, asimismo, enfatiza la interacción entre padres e hijos como un medio para adquirir las formas básicas de la experiencia humana, como por ejemplo, la comunicación afectivo emocional.
El neurodesarrollo exitoso no solo está íntimamente relacionado con la genética, sino también con el entorno estimulante y emocional que rodea a los niños, y como resultado, se da el desarrollo de las funciones cerebrales y la formación de la personalidad (Medina Alva et al., 2015). En otras palabras, el desarrollo psicológico de los niños, de acuerdo con Solovieva et al. (2016), se considera un proceso de adquisición de experiencia acumulada por generaciones anteriores, por lo tanto, la interacción del cuidador principal con el bebé es crucial para el proceso de intervención.
En otro orden de ideas, de acuerdo con Cuervo & Matamoros (2010) la neuropsicología infantil, no solo se enfoca en la recuperación de las secuelas de las lesiones cerebrales, sino que también se centra en la habilitación funcional y el entrenamiento para mejorar aprendizaje y la adaptabilidad de los niños en diferentes contextos de la vida cotidiana.
De igual forma, la evaluación de los hitos del desarrollo de los niños puede evaluar el progreso cerebral que se produce dentro de un marco adecuado, por lo tanto, es importante comprender los parámetros mínimos de evaluación del desarrollo para cada grupo de edad (Medina Alva et al., 2015). Asimismo, de acuerdo con Cuervo & Matamoros (2010), el desarrollo debe ser evaluado e intervenido de manera integral a partir de metas basadas en la edad de cada uno de los pacientes.
Por otro lado, es fundamental que todo profesional de la salud, que atiende niños, tenga un conocimiento profundo de las características del neurodesarrollo en las diferentes etapas de la vida humana y sus manifestaciones, como por ejemplo, las habilidades motoras, la motricidad fina, sensorial, del lenguaje y las emociones sociales (Medina Alva et al., 2015). Asimismo, de acuerdo con Cuervo & Matamoros (2010), para el proceso adaptativo y funcional de cada niño, es importante identificar los factores de riesgo y proponer intervenciones preventivas para los cambios encontrados.
En casi todos los casos, los cambios en el sistema nervioso y la maduración cerebral provocados por diversas causas prenatales, perinatales y posparto producirán trastornos neuropsicológicos en la infancia, que si no pueden detectarse precozmente, su gravedad aumentará gradualmente (Cuervo & Matamoros, 2010). Las secuelas, de acuerdo con Cuervo & Matamoros (2010), se manifiestan como conductas desadaptativas a lo largo del ciclo de vida.
Asimismo, existen algunos parámetros que nos permiten identificar alteraciones relevantes en el neurodesarrollo, como son la falla en el progreso del desarrollo a una edad determinada, el desarrollo asimétrico del movimiento, tono o reflejos, la pérdida de habilidades previamente adquiridas, y la pobreza de interacción social y psicoafectividad (Medina Alva et al., 2015).
En otro orden de ideas, la habilitación es un proceso preventivo, de esta manera, un tratamiento temprano puede prevenir secuelas y sentar las bases fisiológicas para el desarrollo de las funciones normales (Arzate, 2014). Estimulando repetidamente los patrones sensoriomotores, se puede estimular la postura normal y el desarrollo motor de la edad del sujeto, evitando la aparición de un comportamiento de desarrollo anormal y su instalación definitiva (Arzate, 2014).
Es importante aclarar que la postura no solo significa la actividad refleja del cuerpo, sino también la actitud esquemática y emocional, que son la base de cualquier motivación del comportamiento humano (Solovieva et al., 2016). Por tanto, la postura se considera un sistema funcional del que surge una síntesis integral de múltiples entradas sensoriales con varias posibilidades de movimiento (Solovieva et al., 2016).
A modo de cierre, en cuanto a la posibilidad de intervención desde las primeras semanas de vida, se cree que iniciar el tratamiento lo antes posible ayudará en gran medida a prevenir y reducir los posibles efectos negativos de las condiciones de riesgo o trastornos orgánicos del desarrollo (Solovieva et al., 2016).
Por: Juliana Eljach Sotomayor
Universidad CES
Asesora: Liliana Calderón PhD
Referencias
Medina et al. (2015). Neurodesarrollo infantil: características normales y signos de alarma en el niño menor de cinco años. Retrieved 17 September 2020, from https://scielosp.org/article/rpmesp/2015.v32n3/565-573/es/
Arzate, C. (2014). INTERVENCIÓN NEUROPSICOLÓGICA CON ENFOQUE HISTÓRICO-CULTURAL EN RECIÉN NACIDOS CON FACTORES DE RIESGO DE DAÑO NEUROLÓGICO. Obtenido 17 Septiembre 2020, de https://repositorioinstitucional.buap.mx/bitstream/handle/20.500.12371/6213/621914TL.pdf?sequence=1&isAllowed=y
Cuervo, Á., & Matamoros, A. (2010). NEUROPSICOLOGÍA INFANTIL DEL DESARROLLO: DETECCIÓN E INTERVENCIÓN DE TRASTORNOS EN LA INFANCIA. Obtenido 18 Septiembre 2020, de https://www.researchgate.net/publication/323915632_NEUROPSICOLOGIA_INFANTIL_DEL_DESARROLLO_DETECCION_E_INTERVENCION_DE_TRASTORNOS_EN_LA_INFANCIA
Solovieva, Y., Pelayo, H., & Rojas, L. (2016). Neuropsicología de la infancia temprana:Posibilidad de evaluación e intervención neuropsicológica. Retrieved 21 September 2020, from (PDF) Neuropsicologia de la Infancia Temprana
Comments